jueves, 6 de marzo de 2008

Saca el máximo beneficio al deporte

Nuestras células son muy competentes para almacenar grasas. También saben liberarlas. Pero su papel se para aquí. Cuando se trata de eliminar, nos toca a nosotros poner en marcha la máquina que las quemará: nuestros músculos. No hay secretos.¡Si se quiere eliminar, hay que moverse!



Lo que se llama el “metabolismo basal”, es decir, la cantidad de energía que consume nuestro músculo cardiaco y nuestros diferentes órganos en reposo no supera las 1.200 a 1.500 calorías al día. En lo que respecta a nuestro cerebro, se alimenta exclusivamente de azúcar e incluso un trabajo intelectual muy intenso no moviliza más de un gramo grasa.

Conclusión: nuestros modos de vida cada vez más sedentarios nos condenan a una elección sin ambigüedad: o nos movemos o tenemos muchas posibilidades de engordar si se come de manera desequilibrada. Tan sólo unas pocas personas parecen estar protegidas genéticamente de este riesgo.

Por tanto, hay que moverse. Pero no sin importar cómo ni a qué hora. Actuar con cuidado es aprender a rentabilizar al máximo el ejercicio físico sincronizándolo con los ritmos biológicos. ¡Es muy sencillo! Basta elegir las horas adecuadas, las horas adecuadas a las que los adipocitos están en mejor disposición de “desalmacenar”.

Primera evidencia: hay que evitar moverse durante los periodos en los que la insulina bloquea las puertas de salida. Es inútil esforzarse después de una comida. No sólo será penoso el ejercicio, porque se opondrá a los procesos de la digestión, sino que, además, será poco rentable.

Segunda evidencia: elegir las horas en las que las sustancias que favorecen el “desalmacenamiento” se encuentran en mayor cantidad. El pico de cortisol, la hormona del despertar, que estimula la actividad, se sitúa entre las 7 y las 8 horas. Es también la hora en la que la adrenalina y la noradrenalina, las famosas “hormonas del estrés” están aumentadas.

Conclusión: la hora a la que el ejercicio será más ventajoso es por la mañana, antes de desayunar. Vuelta a la sabiduría ancestral: imitemos a los campesinos que salían a trabajar a los campos de madrugada y volvían hacia las 10 para una comida abundante ¡No conocían problemas de peso!.

Un buen compromiso consiste en hacer una buena marcha para ir la despacho y desayunar nada más llegar. Evidentemente, no siempre es posible. Otros momentos favorables: al final de la mañana antes de la comida o, incluso, por la tarde, hacia las 18 o las 19 horas, ante de una cena ligera.

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